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Gutiérrez, Marina |
Desde el punto de vista de la cultura visual, los relatos de viajeros y la producción de mapas y grabados que los acompañaban, nos habla de la importancia que la imagen alcanzó durante el siglo XVI como medio de conocimiento. Mapas y otros medios de la imagen asumían un papel fundamental dentro de la construcción del relato histórico. Estas imágenes, pictóricas y cartográficas – con sus límites difusos – disputaron a la palabra escrita su lugar como medio de conocimiento. La más famosa de las cartografías de esa época, la de Sebastián Münster (1611), incluía las realidades americanas junto con imágenes fantásticas de América. El Atlas fue un medio de conocimiento a través de la imagen. Se convirtieron en extensas colecciones y volúmenes descriptivos del mundo, en especial del mundo colonial donde tenían intereses los países europeos que se disputaban el dominio comercial. No sólo los mapas sino los grabados, vistas, litografías y dibujos se convirtieron en medios de conocimiento pero también de entretenimiento. Los libros publicados a partir de los relatos de viajeros ofrecían a la vista de los lectores una gran variedad de imágenes.
La descripción de América también produjo una enorme variedad de datos y formas de procesamiento y registro en nuevos medios archivísticos. Las disciplinas más importantes del siglo XVIII condensaban saberes propios de la cartografía, la geología, la minería, la economía y la estadística, la fisiología y la botánica. Durante el siglo XVII la cartografía y el arte no eran espacios diferenciados. Como señala Alpers, cartógrafos y editores eran denominados descriptores del mundo y sus mapas o atlas se definían como mundo descrito. Los mapas impulsaron el desarrollo de cierto tipo de imágenes en el terreno artístico. El caso mas claro es el de los grabados de vistas topográficas de ciudades. Solemos tratar a mapas y pinturas en forma separada y eso nos impide comprender la relación que estableció la cartografía con el arte y con la literatura de viajes. Pero también ha supuesto un tratamiento sesgado para este tipo de imágenes, relegadas como prácticas marginales artísticas o como imágenes a las que se atribuye mayor o menor capacidad descriptiva en relación a su realismo o fantasía. Durante los siglos XVII y XVIII mapas y pinturas no establecieron esos límites claramente modernos entre el ámbito científico y el artístico. Más allá de su grado de exactitud eran imágenes de prestigio y de poder.